viernes, 30 de enero de 2015

El código enigma (The Imitation Game, Morten Tyldum, 2014)

La otra guerra

En 1952 el matemático y criptoanalista Alan Turing era procesado por el delito de "indecencia grave" y "perversión sexual" por practicar la homosexualidad, en Inglaterra prohibida expresamente hasta el año 1967. Las autoridades le dieron a elegir: podía pasar dos años en prisión o someterse a una castración química. Lo que se ignoraba en el momento era que Turing era un verdadero héroe, una figura fundamental que cambió el curso de la Segunda Guerra Mundial y, según afirman los historiadores, gracias a quien logró adelantarse el final de la guerra en dos años, salvándose al menos 14 millones de vidas. Esta película nos cuenta la historia alternativamente en tres tiempos. Uno cuando la policía comienza a investigarlo y en el que tiene lugar su arresto, otro antes, en plena guerra, cuando Turing empieza a trabajar con un equipo de académicos, campeones de ajedrez y oficiales de inteligencia, en una operación secreta para descifrar los códigos de la hermética máquina nazi Enigma, y el tercero retrotrae a su más temprana adolescencia, en la que tiene lugar su primer enamoramiento y descubre su pasión por la criptología. 
Como para demostrar que la realidad suele ser más increíble que la ficción, esta película plantea un sorprendente juego de secretos, de verdades camufladas. Si el equipo de especialistas se aboca desesperadamente a desenmarañar el acertijo de los comunicados nazis, asimismo la narración irá destapando realidades inesperadas que subyacían bajo la superficie. Como las diferentes capas de una cebolla que van quitándose de a una en una hasta llegarse a su centro, el guión va aportando información que devela nuevas dimensiones de los personajes en cuestión, de la operación secreta en sí, de la trascendencia de un trabajo que en un principio podría parecer un asunto menor. Si los giros sorpresivos están siempre a la vuelta de la esquina, es también una formidable dirección la clave esencial para que este thriller se vuelva completamente adictivo, dinámico e imparable. El brillante cineasta noruego Morten Tyldum (su reciente Headhunters es una maravilla del cine negro) logra insuflar a la anécdota un ritmo y un estado de ánimo que se superpone al sentir de los personajes. Esa adrenalina del trabajo a contrarreloj, la inteligencia aplicada al esfuerzo conjunto, el cálculo y la agilidad mental de los personajes se transmite exitosamente al espectador, volviéndolo parte gracias a una construcción psicológica notable, a una gran dirección de actores, a trabajos de guión y montaje diáfanos y precisos. 
Para quienes no estén al tanto de esta historia, ver El código enigma se vuelve una tarea imprescindible, ya que se explaya en una de las anécdotas más decisivas y apasionantes de la Segunda Guerra; quienes ya la conozcan, podrán igualmente disfrutar de una anécdota brillantemente desarrollada y de un relato que da gusto a cada momento. 
El tema aún está candente. Fue recién en 2013 que la reina de Inglaterra le dio un indulto póstumo a Turing, un "perdón real" desmesuradamente tardío. Benedict Cumberbatch, el actor que lo encarna, dijo que en todo caso habría que consultar a Turing si estaría dispuesto a perdonar al gobierno británico. Pero por supuesto, eso no es posible, porque se suicidó hace ya más de 60 años. 
Más allá de heroicidades y reconocimientos póstumos, el episodio destapó un aspecto de la guerra que muchos desconocían: que no se trató del número de tropas, de la capacidad armamentística y destructiva de cada bando, sino de cuál de ellos supo anticiparse al otro y aplicar sus conocimientos e innovaciones de modo más efectivo para desplegar una estrategia. Al menos en este caso, el seso parecería haberle ganado al músculo.

Publicado en Brecha el 30/1/2015

lunes, 26 de enero de 2015

Las mejores películas (XXVI)

Previo a los premios Oscar, me adelanto para recomendarles un par de nominadas, y de paso les tiro con otro puñado de películas que sorprenden un poco, ya sea por su procedencia, por ser logradas por perfectos desconocidos (o casi) o por ser increíblemente originales. Esta vez en el paquete viene incluido mucho cine de terror, como para despuntar el vicio.

Black Mirror: White Christmas de Carl Tibbets (Gran Bretaña) 

Los dos mejores y más escalofriantes episodios de Black Mirror fueron dirigidos por la misma persona, aunque ya a esta altura me parece que al creador de la serie y guionista general Charlie Brooker habría que erigirle un monumento. Si White Bear era ya una animalada, este extraterrenal cuasi-largometraje de 73 minutos es de las más acertadas y angustiantes aproximaciones al mundo de las redes sociales, la tecnología, las nuevas formas de deshumanización y los castigos penitentes de hoy en día. Hace poco alguien me reprochaba que suelo recomendar películas trágicas, deprimentes y/o brutales, y acá en este sentido tenemos todo un Jackpot, así que lo siento, a armarse bien de valor antes de verla. 

Malmhaus de Ragnar Bragason (Islandia) 

Un drama familiar a lo Mike Leigh ubicado en un pueblo islandés y con el mejor condimento imaginable: mucho heavy metal. La incomprendida protagonista se refugia en la música para escapar a su familia y a un gentío religioso, conservador, chato, soberanamente intrascendente. Con tendencias al desplante, a la destrucción material, a beber hasta la inconsciencia y a conductas ciertamente antisociales, ella se ha convertido en un lastre para los suyos y para la comunidad. La aproximación directa, llana y sensible esconde puntos de originalidad; y da gusto dar con cineastas que conocen de primera mano y transmiten con tal convicción su perspectiva sobre la psicología social, los traumas, los refugios catárticos. 

The Imitation Game de Morten Tyldum (Gran Bretaña, Estados Unidos) 

Para el que no conoce esta historia, la película será redescubrir uno de los más importantes acontecimientos del siglo pasado y saber que la Segunda Guerra no consistió en quién tuvo más hombres y la pistola más grande sino en cuál de los bandos supo anticiparse al otro y aplicar los conocimientos y las innovaciones de modo más efectivo para contrarrestar los ataques. Para los que ya saben de qué va esto, será igualmente una aproximación obsesiva, cerebral, adictiva, acerca de un grupo de genios trabajando bajo presión para descifrar los códigos de la hermética máquina germana Enigma, y de quienes salió el primer motor de búsqueda y la computadora madre de todas las que conocemos hoy. Como el mismo material que aborda, una película dinámica, inteligente y calculada. 

Whiplash de Damien Chazelle (Estados Unidos) 

El director canadiense Chazelle tiene ahora 30 años, y se mandó una obra imponente de principio a fin; como le dicen, un clásico instantáneo. Asistir a la prestigiosa Shaffer de Manhattan, una de las principales escuelas de música de Estados Unidos, puede significar encontrarse con un energúmeno de la talla de Terence Fletcher (increíble J.K. Simmons) quien someterá al protagonista a niveles inhumanos de exigencia, a un régimen marcial en el que no faltan los golpes y los insultos, y a la competencia más despiadada. Pero Fletcher es sólo un reflejo de un ajustado sistema que se ciñe a implacables parámetros de admisión, donde la expresión musical per se parece perderse y la fiebre por la excelencia pasa a ser el único objetivo. 

The Place Beyond the Pines de Derek Cianfrance (Estados Unidos) 

Esta es vieja en comparación a las demás, del 2012, pero yo pude verla recién ahora, y realmente quedé muy sorprendido. Derek Cianfrance (Blue Valentine) es uno de los más grandes talentos del panorama estadounidense actual, y lamentablemente uno de los menos considerados a la hora de repartir nominaciones y galardones. Tres historias de cuatro personajes distintos, que confluyen en dramas punzantes que se perpetúan a través del tiempo, y que son elocuentes sobre el sueño americano y cómo la decisión individual de alcanzarlo puede repercutir negativamente en la vida propia y las de las sucesivas generaciones. Un reparto de lujo refuerza una historia ya poderosa de por sí . 

The Babadook de Jennifer Kent (Australia, Canadá) 

Una madre viuda debe lidiar con las dificultades de criar ella sola a un niño imaginativo, sensible y eventualmente problemático. Pero si la existencia ya le viene un tanto complicada, sus conflictos se convierten en algo horripilante cuando surge el "Babadook" del título, un libro para niños con ilustraciones de pesadilla y que carga con un maleficio a sus lectores. Por su esquema narrativo podría parecer tan sólo otra película de terror psicológico con apariciones maléficas acosando a los habitantes de turno, pero aquí hay un vuelo mayor por cierto contenido alegórico referido a los demonios interiores y a la dificultad de mantenerlos bajo control en situaciones límite. 

A Hard Day de Kim Seong-hoon (Corea del Sur) 

Un policial extremadamente divertido, protagonizado por un detective de homicidios que forma parte de un departamento de policía, corrupto hasta el tuétano. Luego de la muerte de su madre, el tipo entra en una racha de mala suerte que alcanza puntos de extrema desdicha: se ve envuelto en un crimen, comienza a ser extorsionado e implicado en una situación que lo lleva a escarbar en tumbas, montar un accidente, colgarse de la ventana de un rascacielos y a darse de palos con un villano extremadamente demente. Cine negrísimo, imparable, con puntas de comedia y situaciones que rozan continuamente el absurdo, giros de guión sorprendentes y un muy buen pulso en general. 

Grandes héroes de Don Hall y Chris Williams (Estados Unidos)

La trigésimooctava adaptación de un cómic de Marvel zafa bastante bien de los lugares comunes, ofrece un puñado de personajes atractivos y un robot inflable tamaño XL (unidad de medicina personalizada) que causa gracia a cada paso. Disney, que ultimamente viene cada vez mejor en el terreno de la animación, plantea un sentido homenaje al animé, con ciertos elementos dramáticos, chistes muy buenos y acción trepidante, inteligente y dinámica. Pixar debería ponerse las pilas y redoblar su creatividad, porque últimamente su nueva competidora (ya Dreamworks quedó en el olvido) le pisa los talones y podría desplazarla del pedestal de la animación mainstream

Honeymoon de Leigh Janiak (Estados Unidos) 

De arranque parece que se trata de una película de terror tradicional, con una pareja que va a pasar su luna de miel a una vieja cabaña recóndita y perdida entre los bosques, y a la que se le vienen encima los horrores esperables. Esta bien, ocurre eso, pero esta vez esos "horrores" no se parecen a nada que hayamos visto antes. No hay nada corriente en esta extraña, personal y especialmente claustrofóbica película de terror conyugal. Lo malo de la convivencia constante es que pueden surgir elementos desagradables e inesperados en el ser amado, aspectos que podrían llevarnos a la sospecha de desconocerlo por completo. Una sorpresa, y una adictiva exploración con tintes orgánicos y viscosos, que recuerdan al primer Cronenberg. 

Wirmwood de Kiah Roache-Turner (Australia)

El apocalipsis zombie llevó al protagonista a asesinar a su hija y a su esposa el mismo día. Sin mucho que perder y luego de intentar suicidarse infructuosamente, el hombre se encuentra con un grupo de sobrevivientes armados hasta las pantorrillas, y dispuestos a dar guerra hasta el último suspiro. Paralelamente, la hermana del protagonista, víctima de horribles experimentos, comienza a desarrollar poderes y a dominar mentalmente la plaga. Un regocijo gore, un Mad Max con muertos vivos, un ejercicio lúdico, humorístico y thrash con reglas propias y coherentes, armaduras a lo GWAR y violencia futurista al por mayor.

viernes, 23 de enero de 2015

Corazones de hierro (Fury, David Ayer, 2014)

Bullshit

¡Cómo le gusta a Estados Unidos su rol en la Segunda Guerra Mundial! El cine de Hollywood revisita todo lo que puede y se regodea en aquella participación en que los marines salvaron el día y en la ofensiva en la que no solo ellos pero sí en parte, pusieron un punto final al conflicto. Pero claro está que no estamos hablando de Hiroshima o de Nagasaki –eso ni se nombra en el cine dominante– sino de cómo se incursionó en una Europa asediada por los nazis logrando reestablecerse un orden perdido. Esta película se centra en un grupo de cinco soldados a bordo de un tanque Sherman, en plena cruzada final dentro del corazón mismo de la Alemania nazi, tan sólo unos meses antes del suicidio del Führer
Es muy curioso como un planteo que utiliza antihéroes rayanos en la locura acaba convirtiéndolos en verdaderos héroes caídos, en ejemplos a seguir. Esto es difícil de aceptar y asimilar, porque en un comienzo queda claro que son poco más que un puñado de lúmpenes: psicópatas, violadores, asesinos y saqueadores exaltados, descarriándose impunemente en tierra de nadie. Genial; hasta ahí podía considerarse que la película desplegaba una crítica feroz al frente norteamericano y a la guerra en todas sus expresiones. Pero cerca del final se los empieza a mostrar como hombres valientes, como seres queribles a pesar de todo lo malos que hayan podido ser, como individuos que no solamente son necesarios, sino que además son piezas fundamentales en contiendas que cambian la historia para bien; el abordaje se torna triunfalista, los redime. El director y guionista David Ayer (Día de entrenamiento, En la mira) parecería decir que lo que tienen de bueno los conflictos bélicos es que les da un papel a los marginales, a los antisociales, proveyéndoles un status y un nombre, dándoles un trabajo digno que, como ellos mismos dicen y repiten varias veces, es "el mejor del mundo". Pero la indignación del espectador puede devenir en auténtica náusea cuando los protagonistas citan versículos bíblicos en los que dan a entender que son enviados de Dios, quien les dio una misión, los puso adentro de ese tanque y los mandó a tierras extranjeras a diezmar enemigos. 
Esta es una de esas películas que parecería plantear la guerra como si fuera un videojuego. Uno no exento de violencia (más bien lo contrario) y dotado de varias misiones y objetivos específicos, concentrado en un despliegue en el que se coordinan las diferentes habilidades de cada uno de los personajes implicados. Se piensa la masacre con una visión estratégica, racional, fría y metódica. La vistosa fotografía y un montaje preciso dan cuentas de una acción siempre clara y comprensible, las balas se ven con un trayecto luminoso, casi como si fueran los rayos láser de Star Wars (un colega me advierte instruyéndome que esas balas trazadoras ciertamente existían, pero sólo se usaban en proporción de una cada diez, para señalar el recorrido de las ráfagas de metralleta). En definitiva, se vende la guerra como algo desagradable pero a su vez como un desafío adrenalínico, como un emprendimiento que podría volverse hasta adictivo para sus participantes. 
Si la idea es reclutar gente para engrosar las filas del ejército norteamericano, los responsables de este "tanque" deberían darse por satisfechos. 

Publicado en Brecha el 23/1/2015

viernes, 16 de enero de 2015

El otro lado del éxito (Clouds of Sils Maria, Oliver Assayas, 2013)

Estrellas en conflicto 

Esta película ofrece no uno sino varios interesantes juegos de espejos. No cuesta demasiado darse cuenta de que el personaje de Maria Enders, encarnado por Juliette Binoche no es otro que el de ella misma, una actriz entrada en años que continúa siendo una estrella internacional y a quien le llueven los contratos (es increíble el azaroso parecido que se ha dado entre este personaje y el de Julianne Moore en Polvo de estrellas, de Cronenberg). Por otro lado, hay dos actrices jóvenes que la circundan; en primer lugar, Kristen Stewart, auténtica celebridad que se catapultó a la fama con su protagónico en la saga Crepúsculo, y que interpreta aquí a su secretaria personal, la ayudante que oganiza su agenda y le acompaña para aprenderse los guiones. Luego, la notable Chloë Grace Moretz, nueva estrella de Hollywood que aquí interpreta a un símil, aunque con el matiz de que se trata de una muchacha envuelta en escándalos y rodeada de paparazzi pese a su prematura notoriedad. Lo curioso con ambas actrices es que parecerían estar cruzadas; mientras Kristen Stewart sí estuvo implicada en ruidosos y tempranos líos mediáticos, Grace Moretz por ahora ha sabido mantener un bajo perfil y parecería al margen de los escándalos públicos. 
Los juegos de espejos se continúan. Enders (Binoche) atraviesa una crisis, ya que debe interpretar a un personaje manipulable, inestable, patético desde su perspectiva, que la lleva a cuestionarse aspectos de su propio devenir vital. Durante las lecturas del guión que tiene con su joven ayudante se refleja vívidamente el vínculo laboral y afectivo que ellas mismas atraviesan en ese momento. El paralelismo llega a tal punto que el espectador confundirá de a ratos si el diálogo que están llevando es propio de los personajes o de esos otros pertenecientes a la obra que están ensayando. Y como bien han señalado varios cronistas, esta película a su vez evoca varios históricos duelos actorales femeninos existentes, como el de Bibi Andersson y Liv Ullman en Persona, o el de Bette Davies y Anne Baxter en All About Eve. Como en esos casos, la confrontación supone también una extraña simbiosis, ya que una puede verse como la otra más joven y viceversa, y vale decir que, por asombroso que parezca, Stewart se mantiene a la altura de las circunstancias (compartir protagonismo con Binoche no debe ser fácil). 
El director Oliver Assayas (Irma Vep, Los destinos sentimentales) suele desempeñarse en un cine muy francés; cerebral, sugestivo, multirreferencial, especialmente bien logrado en lo que refiere a plasmar situaciones cotidianas, con diálogos en apariencia casuales y situaciones coloquiales. En definitiva: se trata de un gran director de actores y de un maestro del artificio. Así, esta película supone una agradable experiencia y un ejercicio recargado de significados, aunque queda la impresión de que, como el que mucho abarca poco aprieta, el guión se pierde un poco en ese juego y no se logró profundizar en el conflicto y darle la carga dramática necesaria. Es de suponer que, con tan buen material humano, se podría haber obtenido un mayor vuelo emocional o audiovisual, y es algo que quedamos esperando. 

Publicado en Brecha el 16/1/2015

jueves, 8 de enero de 2015

Exodo: Dioses y reyes (Exodus: Gods and Kings, Ridley Scott, 2014)

Realista y sin mandamientos 


Esta película trae de todo: lagartos asesinos, plagas bíblicas, ríos de sangre, ejércitos que se dan de palos, un dictador malévolo que esclaviza y ejecuta gente de a decenas y se confronta con un profeta libertario confabulado con un dios vengativo. Qué más podría pedirse. 
Vista esta acumulación de elementos, podría pensarse que se trata del típico blockbuster divagante, ruidoso, de montaje hiperveloz, repleto de efectos especiales. Y la verdad es que se encuentra bastante lejos de eso. Como en la reciente Hércules, la historia mítica se aborda desde una perspectiva realista (claro que con salvedades; por ejemplo hay que hacer caso omiso a que tanto hebreos como egipcios hablen todos buen inglés), algo así como una especulación racional de cómo podría haber sido, de haber existido, el relato bíblico de Moisés y su rebelión. Así, las 10 plagas son terroríficas (los mejores tramos de la película) pero carecen de componentes fantásticos, la apertura de las aguas del Mar Rojo no se presenta como un milagro divino sino como una circunstancial bajada de la marea, la escritura de los mandamientos no acontece gracias a un rayo celestial sino que es el mismo Moisés que los esculpe a mano y Dios está representado por un niño que sólo el profeta puede ver, lo que deja abierta la posibilidad de que el protagonista esté desvariando por haber recibido muchos golpes en la cabeza. 
El veterano Ridley Scott (Blade Runner, Alien, Gladiador, Prometeus) plantea una trama en el que se da tiempo para el desarrollo de personajes, con un relato lineal, clásico, cristalino. En su primera mitad este desarrollo puede resultar un tanto lento y tedioso, pero una vez que Ramsés el faraón se convierte en el villano que amamos detestar, la guerra está declarada y acometen las terribles plagas, se entra de lleno en un relato contundente, sustentado en un texto original imperecedero y en el buen pulso de Scott para plasmar deslumbrantes escenas en exteriores. No deja de ser llamativo que a diferencia de otras aproximaciones fílmicas al personaje, aquí no tenga lugar una lectura de las tablas sagradas, lo que parece ser todo un síntoma de la corrección política imperante en Hollywood. Quizá hoy ya no suenen tan bien un puñado de mandamientos que machacan con la existencia de un único dios, o uno más bien orientado al sexo masculino: "no codiciarás la mujer de tu prójimo", bastante cosificador para los tiempos que corren. De todos modos Scott, agnóstico declarado, se las ha ingeniado para herir sensibilidades, y la película no se proyecta en Egipto, Marruecos y los Emiratos Árabes por falsificar la "historia" y personificar la imagen de Dios. También vale decir que debe de ser difícil concebir hoy en día una película centrada en un personaje de crucial importancia para el judaísmo, el islam, el cristianismo y el bahaísmo, y hacerlo sin ofender a nadie.

Publicado en Brecha el 9/1/2014