jueves, 26 de mayo de 2011

Niñas sexuadas, feminismo a la baja y mercado rosado

Estás ganando, Barbie

El libro Muñecas vivientes: El regreso del sexismo parte de una indignación, surgida al constatar que los grandes logros que ha tenido el feminismo a lo largo del siglo xx están sufriendo un verdadero retroceso en las sociedades occidentales actuales. Un nuevo sexismo se hizo presente, de la mano de los medios masivos de comunicación, la pornografía, los bares de strip tease, la sexualidad temprana y una feminidad impuesta a las niñas por el mercado y el lamentablemente aclamado determinismo biológico.

Estudiando a fondo la realidad de la mujer actual, la periodista feminista británica Natasha Walter llega a una apremiante conclusión: “Sin un cambio económico y político profundo, lo que vemos cuando miramos a nuestro alrededor no es la igualdad que buscábamos; es una revolución estancada”. Y, yendo aun más lejos, considera: “antes creía que sólo teníamos que establecer las condiciones necesarias para la igualdad, y entonces el sexismo desaparecería de nuestra cultura. Hoy estoy dispuesta a admitir que estaba completamente equivocada”.
Este ensayo está respaldado por un trabajo periodístico notable. Treinta y tres páginas finales (en letra chica, cuerpo 8) detallan las fuentes consultadas, la extensa bibliografía, los ensayos y artículos citados y los estudios y estadísticas a los que la autora echa mano. Cada contundente afirmación que Walter hace viene respaldada con un sinfín de datos y acontecimientos que son cotejables en la sociedad que vivimos. Con habilidad, una pluma amena y mucho sentido común, expone una preocupada tesis feminista, arremetiendo contra una cultura que, lejos de garantizar la libertad a la mujer, cada día la coarta más, estrechando sus posibilidades y reproduciendo al infinito discursos retrógrados sobre los roles genéricos.
El ensayo se divide en dos mitades. La primera y más contundente se centra en nuevas realidades en auge y los temibles discursos que circulan alrededor de ellas. La segunda es básicamente una deslegitimación de los más difundidos estudios que respaldan el determinismo biológico, que pretenden dar cátedra sobre cuáles son los patrones de comportamiento típicamente femeninos. Vista la riqueza conceptual de este libro, lo mejor es centrarse detenidamente en cada una de las dos partes.

EL ROSADO OMNIPRESENTE. Para ningún padre reciente es novedad que la vida de las niñas se encuentra absolutamente invadida por el color rosado. No hay forma de evitarlo. Muñecas, ropa, celulares falsos o reales, cocinas, ponis, peluches, varitas mágicas, diademas y lo que fuere vienen preparados de fábrica con un fulguroso resplandor rosado. Predeterminadas por el mercado, las niñas se encuentran zambullidas en un universo de princesas. Aunque la autora no lo señale en este trabajo, también es de recalcar que los juguetes específicos orientados hacia los varones contrastan sobremanera con los reservados para las niñas. El niño es destinatario de los juguetes de interacción más dinámica y aventurera (vehículos, pelotas, figuras de acción), mientras que a la niña se le ofrecen los más cotidianos y apacibles (maquillaje, bebés, juegos de té). Esta demarcación –que se ha agudizado en los últimos años– es más que sugerente de la actitud pasiva a la que se orienta a las futuras mujeres.
En la prensa británica –señala Walter– se han difundido estudios muy poco rigurosos en los que se llegó a la rápida conclusión de que las niñas pequeñas prefieren, por una determinación genética, ciertas tonalidades rojizas, de los que se hicieron eco los medios para corroborar la creencia popular. La tesis es hábilmente desmontada por Walter. Cerca del final del libro, la autora señala que antes del siglo xx los bebés eran vestidos de blanco y que en las décadas del veinte y del treinta predominó la fórmula inversa a la actual: los varones se vestían de rosado y las nenas de celeste, señalando la absoluta arbitrariedad de la convención.
De la misma manera que las niñas no parecen tener la libertad de elegir otro color que no sea el rosado, hay otros discursos dominantes, reproducidos constantemente por los medios y por la masa acrítica, que determinan las orientaciones vitales de las mujeres de hoy en día.

HIPERSEXUALIDAD. Las cosas parecen complicarse aun más cuando resulta que los modelos infantiles de comportamiento incluyen ser sexualmente atractivos, aun desde antes de llegar a la pubertad. “La asociación entre la feminidad y el atractivo sexual empieza muy temprano. (…) El guardarropa de la muñeca Bratz, que ha desplazado a Barbie en el trono de la muñeca más vendida, está diseñado para ir de discotecas y de compras y consiste en un surtido de plumas y medias de red, tops ombligueros y minifaldas”. La autora también apunta que, curiosamente, el discurso de la libertad se encuentra presente en la reciente película de las Bratz. La independencia se asocia con salir de compras, producirse, andar con chicos y crear un grupo de música. Es verdad que el discurso sobre la necesidad de ser una misma fue acuñado por los movimientos feministas, que consideraban que la mujer no debía obrar como los demás pretendían sino como ella quisiera. Pero hoy el mensaje es utilizado por los medios como retórica para vender, y “esta necesidad de independencia y autoafirmación se está pervirtiendo para vendérsela a las niñas como una forma de consumismo extremadamente mezquina que hace que se vean a sí mismas como objetos”.
Comenta Walter que algunas jugueterías incorporaron a su oferta una barra fija para bailes de tipo stripper; es normal ver prendas ajustadas para niñas con mensajes sugestivos –como la palabra “cazafortunas” impresa en el trasero– e incluso pueden encontrarse sutienes con relleno para niñas.
Las cifras son especialmente alarmantes. La constante vigilancia corporal a la que se insta a las mujeres es la que lleva a que casi tres cuartas partes de las adolescentes británicas estén insatisfechas con su cuerpo y a que más de un tercio esté a dieta. La autora incluso nombra estudios que afirman que entre las niñas de 11 años, una de cada cinco hace régimen, y otro que concluye que a la mayoría de las niñas de 6 años les gustaría estar más flacas.
Las fotos subidas a Facebook y otras redes sociales hablan por sí solas. Niñas prepúberes se fotografían unas a otras reproduciendo los gestos y las poses de las imágenes sexualmente sugestivas imperantes en la cultura dominante y, como comenta la madre de una adolescente a Walter, puede verse que “las niñas de once o doce años parezcan chicas de dieciséis pidiendo guerra”. Esta realidad, además, esconde una inmensa contradicción. Mientras que, por un lado, se condena –muy coherentemente– la pedofilia y el sexo con menores, por el otro se fomenta socialmente que las niñas se vistan y actúen desde pequeñas como si fueran lascivos objetos de seducción. Los resultados no están a la vista, pero calan hondo a nivel social, causando estragos y no pocos y lamentables damnificados.

STRIPPERS, PROSTITUTAS Y PORNOGRAFÍA. “Lejos de ampliar el potencial y la libertad de las mujeres, la nueva cultura hipersexual redefine el éxito femenino dentro del reducido marco del atractivo sexual”, afirma Walter. El machaque y la invasión constante de imágenes de modelos y vedettes que llegan a la fama a fuerza de esculpir sus cuerpos con cirugías y de desfilar libres de prendas, conduce a que muchas mujeres sin otras posibilidades apuesten por el camino del modelaje o el baile sexualmente sugestivo, como una vía aceptada socialmente de alcanzar el éxito.
La autora hace un particular énfasis en la transformación social ocurrida recientemente en lo que refiere al boom y a la respetabilidad de los bares de strip tease. Es sabido que desde hace tiempo los bailes de este tipo se incorporaron a la cultura pop, al punto de estar prácticamente omnipresentes en los videoclips actuales. Si hace un tiempo ver a Madonna contorneándose y seduciendo a varios hombres al mismo tiempo era considerado un símbolo de liberación femenina, hoy –habiendo visto a Britney Spears, Lady Gaga y Rihanna llegar a la fama por el mismo camino– esa idea ya no es tal, porque una estrella pop casi no tiene posibilidades de éxito si no hace exactamente lo mismo.
Varias personas vinculadas al negocio de los bares de strip tease, a las revistas eróticas y programas del tipo de Gran hermano hablan con la autora de la inmensa cantidad de chicas que a diario se dirigen a ellos como candidatas. Esto viene de la mano de una explosión de cirugía y silicona, y de prácticas extremas como la cirugía vaginal que se realizan muchas chicas que no creen tener su cuerpo perfectamente acorde a la estética aceptada.
Walter demuestra que las strippers están a un solo paso de la prostitución, que desde los mismos locales se las motiva en esa dirección, que son víctimas de una explotación desvergonzada, que son acosadas y destratadas permanentemente por los clientes que allí acuden y que, además, se encuentran expuestas a toda clase de violencia.
Así como los bares de strip tease gozan de un prestigio impensable hace diez años, lo mismo ocurre con la prostitución. Los diarios íntimos de prostitutas se han convertido en éxitos de ventas, la oferta de servicios sexuales es cada vez más visible en cualquier ciudad y quienes hacen uso de ellos en muchos casos no lo sienten como algo que deban ocultar. La tendencia –afirma Walter– es a una “normalización de la prostitución”, lo que considera una demencia. La tasa de mortalidad entre las profesionales del sexo es hasta seis veces más alta que la de la población general, y la promesa de dinero fácil lleva a que muchas chicas apuesten al baile sexy o a ser vedettes y terminen vendiendo su cuerpo. Todo esto sin nombrar el tráfico de mujeres y la prostitución forzada. Finalmente, en contraste con la “respetabilidad” de la prostitución, Walter trae a colación una cifra reciente: más de un tercio de los hombres que utilizan los servicios sexuales considera a las prostitutas sucias e inferiores.
Todo esto está ligado a otro fenómeno reciente: la cotidianidad de la pornografía y el consumo gratuito a un solo clic de distancia. Si bien hace un par de décadas mucha gente debía salir a la calle y pagar si quería conseguir este tipo de material, hoy cualquier persona que cuente con una conexión a Internet tiene acceso a una variadísima oferta. Como bien dice Walter, el porno dominante se caracteriza por una veta de auténtico desprecio hacia la mujer, y esto sólo refiriéndose al más común y estándar y no a las auténticas brutalidades que pueden verse en la web. Este punto es especialmente preocupante para la autora: frente a la inmensa invasión de pornografía –a la que acceden muchos menores de edad que se ven predispuestos a ciertos tipos de prácticas sexuales– no hay espacios de resistencia desde donde se hable del tema y se ponga en tela de juicio la forma en que estos materiales son presentados. En otras palabras, no hay discursos que ayuden a pensar críticamente la pornografía.

DETERMINISMO BIOLÓGICO. La segunda parte del libro es menos interesante que la primera y se limita a explicar (y a probar) cuán erróneos son los argumentos que hablan de una predeterminación genética respecto a la diferenciación de los roles del hombre y la mujer. La autora cita decenas de estudios sumamente difundidos que pretenden llegar a conclusiones terminantes del tipo “los hombres son mejores para las matemáticas y las mujeres mejores para el diálogo y las palabras” o “los hombres se desempeñan mejor en tareas abstractas y las mujeres mejor en las tareas domésticas”. Se habla de las hormonas y de la oxitocina, de que la configuración cerebral difiere en el hombre y en la mujer desde el nacimiento y de que esas “naturalezas” condicionan los roles vitales de uno y otro. “Es digno de notar que esta tendencia a insistir en que la igualdad entre hombres y mujeres está limitada por condicionantes biológicos imposibles de obviar aparece justo en el momento en que las mujeres ocupan un papel cada vez más relevante y variado en la vida pública y los hombres empiezan a animarse a adoptar en los hogares lo que antes se consideraba el papel femenino”, afirma Walter, lamentando una nueva avanzada sexista. Es penoso que tales sandeces tengan tanta exposición mediática y repercutan con tanta fuerza en el colectivo social. Es realmente triste que Walter deba dedicar tantas páginas y energías a derrumbar uno por uno estos estudios de tan poco rigor científico.
Las explicaciones biologicistas de comportamientos innatos tienen mucha prensa, pero no ocurre lo mismo con las evidencias que las refutan. Según explica la autora, además, las redacciones prefieren difundir titulares sobre estudios que ofrecen conclusiones claras y que se condicen con las más retrógradas creencias populares. “Para quienes suscriben al determinismo biológico, el mundo contemporáneo encaja muy bien con las aptitudes innatas de hombres y mujeres. No produce satisfacción ni frustración, no hay ninguna contradicción entre nuestros deseos y nuestra situación. Todas las desigualdades que vivimos se explican gracias a la distinta configuración genética y hormonal de hombres y mujeres: si las mujeres ganan menos, si los hombres tienen más poder, si las mujeres asumen más trabajo doméstico o si los hombres tienen más reconocimiento social se debe simplemente a que así son las cosas. El determinismo biológico del siglo xxi funciona en este sentido exactamente igual que el del siglo xix, que advertía a las mujeres que aspiraban al cambio de que no estaban hechas para estudiar o esforzarse físicamente.”

LA LIBRE ELECCIÓN. En nombre del libre albedrío se están permitiendo auténticas barbaridades sociales. Se habla de que las niñas eligen el rosado y jugar a ser princesas, que optan por vestirse de determinada manera. Se afirma que luego, llegada la adolescencia, son libres de utilizar las redes sociales como quieren, acostarse con quien se les cante (el 80 por ciento de las chicas que tuvieron su primera experiencia sexual entre los 13 y 14 años afirman lamentarlo). Se dice que si una mujer opta por bailar prendida a una barra, prostituirse o protagonizar películas pornográficas lo hace porque así lo eligió. Que si quiere ponerse medio quilogramo de siliconas es una decisión personal y que ella decide sobre su cuerpo. Pero el discurso de la libertad es utilizado por lo general por quienes defienden interesadamente estas prácticas –o por quienes las reproducen sin cuestionarlas– sin considerar las presiones culturales y sociales que existen en todos esos campos, así como la superficial y omnipresente presencia mediática que lleva a gente de poca capacidad crítica a plegarse a los discursos prevalentes.

El fracaso (parcial) del feminismo

En Inglaterra, la autora es testigo de un proceso de disminución de la presencia política de mujeres en el parlamento. Por otra parte, el rechazo gubernamental al proyecto de equiparar derechos en relación a las ausencias laborales por paternidad y maternidad da muestras de cómo al hombre no se le permite faltar al trabajo para cuidar a sus bebés. Cuando el hombre pide una reducción del horario de trabajo para estar más tiempo con sus hijos, la petición suele ser rechazada. Así, se fuerza a las mujeres a seguir con sus roles tradicionales de cuidado de los hijos, y eso sin contar que siguen haciéndose cargo de la inmensa mayoría del trabajo doméstico. La autora cita un estudio que dice que hasta las mujeres que trabajan en horario completo emplean en promedio 23 horas semanales para el trabajo doméstico. Y, pese a que a las mujeres les vaya bien en los estudios, continúan teniendo posibilidades laborales menos auspiciosas y peor remuneradas que las de los hombres. Los avances feministas parecen haber llegado a un punto de estancamiento, y eso sin nombrar cómo la cultura hipersexual limita la existencia femenina.
De todas maneras, Walter se permite cierto optimismo: “Por encima de todo, no es el momento de sucumbir al desánimo o a la inercia. Las feministas han conseguido ya crear una revolución pacífica en Occidente que les ha abierto a las mujeres multitud de puertas, ampliando sus oportunidades e insistiendo en su derecho a la educación, el empleo y la libre elección reproductiva. Ya hemos llegado muy lejos. Nuestras hijas no tienen por qué conformarse con una escalera mecánica que sólo las lleve hasta la planta de las muñecas”.

Publicado en Brecha el 29/4/2011

viernes, 20 de mayo de 2011

Sobre Jackass 3D y sus repercusiones

Prostitución masculina


En la crítica argentina se desató una aguerrida polémica a comienzos de este año, por la curiosa aparición de la película Jackass 3D en la lista de Fipresci a las seis nominadas a mejor película extranjera. En algunos medios y páginas web se señaló inmediatamente que algunos de los votantes que eligieron la película como una de las mejores del año fueron varios de los redactores de la revista El amante cine. Se desencadenó entonces una discusión entrecruzada entre críticos (sobre todo en la página web Otros Cines) en la que no faltaron las subidas de tono, los insultos y las acusaciones de intolerancia, y El amante incluyó tres páginas de la revista de febrero -dos de ellas escritas por su director, Gustavo Noriega-, para defenderse de los ataques, fundamentar la decisión y aportar alguna reflexión sobre la crítica de cine.
Los redactores de El amante son proclives a reverenciar películas que no suelen ser bien vistas por el común de la crítica cinematográfica. Para los que no lo tienen en cuenta, Jackass es un programa de televisión que surgió para el canal MTV en el año 2000, y en el que los protagonistas acometen acciones como martillarse los testículos, orinarse unos a otros, enmierdarse de pies a cabeza, planificar accidentes en donde ellos mismos son las víctimas. Todo esto entre risas, en un festejante ambiente de juerga grupal. Cuando el líder del grupo se pone unos patines y se hace embestir por un toro, todos sus compinches le dan bombo y le dicen que es poco menos que un genio, y cada vez que uno atraviesa una nueva situación autodestructiva es felicitado por sus pares, quienes lo avalan por haber llevado hasta tal extremo su estupidez. “Jackass” significa imbécil, o pelotudo, toda una definición y una asunción de sentidos.
Desde ya pido disculpas por entrar en este tema con tanto retraso; el debate ya tuvo su momento álgido hace un par de meses y parece haberse acallado. Motivado por tan interesante y estimulante polémica, -en la que además, los escribas de El amante parecían tener toda la razón del mundo- me dispuse por fin, a ver Jackass 3D, pensando divertirme un buen rato. Supongo que no hace falta decir que me encontré con un despliegue desaforado de mal gusto y estupidez, pero los aspectos que más chirrian es que se haya convertido en un éxito de taquilla, -fue distribuida por Paramount Pictures y recaudó 50 millones de dólares sólo durante la primer semana de exhibición- que los protagonistas sean poco menos que estrellas, y que, justamente hoy, en momentos en que la inteligencia escasea y la nutrición intelectual está tan desvalorizada, un subproducto de la televisión chatarra cobre semejante notoriedad.
Los implicados de El amante y los otros votantes no merecen la desconfianza a priori y no hay pruebas para creer que se coordinaron de antemano para hacer una votación en bloque. Lo más probable es que se hayan divertido realmente, que les guste mucho la película y, considerando que es de sus favoritas en el año, que la verían muchas veces más. Pero no puedo dejar de expresar mi desconcierto porque sea precisamente Jackass 3D la película que haya estado en el centro de la polémica, cuando lo que debería haber sucedido es que quedara sepultada por el silencio. El episodio es sumamente elocuente sobre el estado actual de la industria, y por supuesto, de la crítica en general.


La crítica de cine es un oficio cuya función es, entre otras, orientar al público, educar su mirada, ponderar ciertas películas por sobre otras con cierto aval de conocimiento y experiencia. Quizá aprendí mal la lección, pero por lo menos hasta donde creía, la crítica se caracterizaba por aprobar películas que estimulan el pensamiento y no aquellas que pretenden anularlo. Jackass es el abandono de toda sugerencia, la búsqueda premeditada del morbo, es el regodeo en la propia imbecilidad, el encumbramiento de un grupo de seres que triunfaron en la vida autodestruyéndose. Es un ámbito de prostitución masculina en el cual el físico es entregado para hazañas dolorosas, pero muy bien pagas. Los críticos que hablan bien de Jackass 3D parecen poner el énfasis en la espontaneidad, en las risas cómplices, en el aire de camaradería que exuda la película. Resulta curioso pero, palabras más, palabras menos, hablan de un “canto a la amistad”.
Lo siento, pero no pude ver esa amistad en Jackass 3D. En mi barrio, cuando alguien golpea al prójimo en la mandíbula con un gancho boxístico, agarrándolo desprevenido, recibe la definición de “hijo de puta”. Y cuando a un compañero con una fobia severa a las serpientes se lo hace caer en un foso repleto e ellas, se está llevando a cabo una hijoputez mayúscula. En cuanto a las risas cómplices, me suenan más a un “lo logramos, nos estamos llenando de oro gracias a millones de espectadores que pagan por vernos hacer tres pavadas”.
Supongo que Tinelli no se atrevería a hacer algo tan escatológicamente extremo como Jackass por una cuestión de escrúpulos. Y llegados a este punto, sólo cabría esperar que algunos críticos festejen la radicalidad y la espontaneidad del baile del caño y del cine de explotación de la tortura. Pero en fin, nadie desprestigia tanto a los críticos como ellos a sí mismos.

Publicado en Brecha el 20/5/2011

miércoles, 18 de mayo de 2011

Felinos de África (African cats, Alastair Fothergill, Keith Scholey, 2011)

Gatos con principios

Disneynature es una división ecologista de la Disney que se dedica, básicamente, a hacer un cine “salvapantallas” es decir, documentales centrados en animales salvajes, orientados a niños, muy logrados y vistosos pero que a la vez dejan muy poca cosa para recordar. El más impactante de todos fue Tierra, que ofrecía tomas aéreas asombrosas y situaciones sorprendentes –como un enfrentamiento entre leones y elefantes, o un oso polar famélico a punto de atacar una colonia de morsas-. Aún cuando la película poseía momentos de auténtico impacto, la selección de escenas se intuía caprichosa, motivada por criterios de espectacularidad y por la aceptación popular a ciertas especies –los privilegiados eran los cachorros peludos, torpes y adorables-, y se echaba en falta cierta unidad temática o un hilo conductor sólido que anudara las distintas anécdotas. Siguiendo en la misma línea, aquí se eligen varios animales populares, los leones y los chitas, seguramente escogidos por su suntuosidad y sus parecidos comportamentales y estéticos con los cercanos y queribles gatos domésticos. Se relata la historia de dos madres en su lucha contra la adversidad: una chita y una leona. Ambas tienen crías que cuidar, y se hizo un seguimiento a sus familias durante dos años por la reserva de Maasai Mara, en Kenya, y también a un tercer grupo de leones machos –que en un principio vendrían a ser algo así como los “villanos” patoteros-.
Aquí el presupuesto es mucho menor al utilizado en Tierra (43 millones de dólares) y Océanos (30 millones) llegando quizá a los 15 o 20 millones, y la diferencia es notoria, ya que si bien hay imágenes poderosas y muy bien logradas, el impacto visual no es equiparable con ninguna de las anteriores. La narración se nutre de una voz en off permanente -Samuel L. Jackson en la versión original, doblada en las copias exhibidas en Montevideo- que relata los pormenores de las protagonistas, sus vínculos familiares, y que, lamentablemente, incurre en una descripción de los sentimientos de los animales, sus motivaciones y sus objetivos, por lo que es de deducir que los realizadores tuvieron largas y amenas charlas con ellos.
Y es que se insiste en esa torpe antropomorfización de los animales, que ya había tenido sus indicios en Océanos –aunque nunca al nivel de la irritante La marcha de los pingüinos- quitándole credibilidad y rigor documental a la producción. Aquí se habla de la “extraordinaria valentía”, o de “la determinación” de las madres, cuando puede vérselas enfrentando amenazas y siguiendo sus básicos y elementales instintos protectores para con sus cachorros. Se habla de que el “rey” león recorre la llanura buscando “expandir sus territorios” cuando seguramente esté buscando satisfacer sus necesidades alimenticias y sexuales. Se esbozan frases complacientes y muy poco creíbles como que el macho alfa de la manada “para Mara (una cachorra) es el mejor papá del mundo”. O luego de una ardua tormenta que los leones deben fumarse íntegra, que para ellos fue una “bendición” porque el suceso logró “mantener a la familia más unida que nunca”.
Con un guión mejor elaborado, la película pudo haber contado un relato agradable para los niños sin insultar la inteligencia de los padres, ni inventarle explicaciones a las muchas veces incomprensibles e inasibles reacciones de los animales.

Publicado en Brecha el 12/5/2011

martes, 10 de mayo de 2011

Las mejores películas (XVI)

Tengo que pedir disculpas por demorarme tanto con esta selección. Tres festivales en tres meses no me han dado mucho tiempo para respirar tranquilo. Como no quiero pasarme de las típicas diez pelis aquí reseñadas, voy a dejar por fuera a La mirada invisible, Outrage, El ilusionista y Tropa de elite 2, que ya las estuve describiendo abundantemente y con detenimiento. No dejen de prestar atención a estas otras, que también son de puta madre.

Siete instantes de Diana Cardozo. (México, 2008)
Qué curioso que la mejor producción documental sobre la organización guerrillera MLN - Tupamaros no sea uruguaya sino mexicana. Las entrevistas seleccionadas dejan para la posteridad siete impactantes relatos de militantes comunes, que aportan variados y nuevos elementos sobre la historia y el accionar del más célebre –y cuestionable- bastión uruguayo de la lucha armada de los años 60-70.

Mademoiselle Chambon de Stéphane Brizé (Francia, 2009)
Con elegancia y sutileza el director Stéphane Brizé construye un delicado y grandioso estudio de caracteres, en donde algo tan común como un enamoramiento casual y repentino se convierte en una terrible catástrofe. Una situación opresiva y sin aparente salida, -de esas que nos suele obsequiar la vida- contrasta con una puesta en escena vital y luminosa. Las formidables actuaciones (brilla especialmente Sandrine Kiberlain) y una bellísima banda sonora son varios de los puntos fuertes.

Otro cielo de Dmitrij Mamulija (Rusia, 2010)
Para que aprenda González Iñárritu. El horror verdadero de la emigración, la lucha por la supervivencia, los trabajos insalubres, el destrato, la existencia miserable en la Rusia del S.XXI. Austera, fragmentaria y plagada de elipsis permanentes, el doloroso deambular de un hombre de la estepa que, junto a su hijo, sale en búsqueda de su esposa radicada en Moscú. A lo Dardenne, un brutal fresco con forma de road movie.

Confessions de Tetsuya Nakashima (Japón, 2010)
¿Les dije que los japoneses están locos? No sé si es más demencial haber filmado una película así o haberla propuesto como candidata para los nominados al oscar a mejor película extranjera. Personajes oscurísimos y perversos, situaciones opresivas y una truculencia extrema, en el entorno de un colegio secundario repleto de adolescentes psicópatas. Imprescindible para el asianófilo frikki promedio.

Life in a day de Kevin Macdonald (Estados Unidos, 2010)
Qué significó estar vivo el día 24 de julio de 2010. Este impresionante compilado reúne fragmentos filmados por gente común en su vida ordinaria, desde donde captan el universo que los rodea. Hubo más de 80 mil adhesiones, y se sumaron 4.500 horas de material filmado, proveniente de más de cien países. Los resultados son increíbles, el trabajo de montaje es brutal y su acompasamiento con la música directamente movedizo y adictivo.

Fish tank de Andrea Arnold (Inglaterra, Paises bajos, 2009)
Una intratable y resentida adolescente vive un insalubre ambiente familiar, es rechazada por el colegio y violentada por sus pares, en la periferia de Essex. Heredera del mejor realismo social a lo Ken Loach o Mike Leigh, la película logra que podamos acercarnos y sentir simpatía por este personaje, así como desear que logre escapar de ese agobiante entorno. Andrea Arnold se luce con un debut sólido y contundente.

Enredados de Byron Howard y Nathan Greno (Estados Unidos, 2011)
Ok, debo admitir que este pedazo de película me trae un placer culposo; tomando distancia, me rompen mucho los huevos esos finales de resurrecciones místicas y todos esos rollos, y hay un poco de esos amanerados despliegues musicales de Disney, que me generan sensaciones encontradas. Pero es difícil dejar de sucumbir ante el luminoso encanto de esta joyita animada. No se la pierdan.

Zona sur de Juan Carlos Valdivia (Bolivia, 2009)
Con paneos circulares, travellings y movimientos de cámara permanentes, la película construye un cuadro familiar de la clase alta en La Paz, y los cambios que la era Evo ejerce sobre su vida, causándoles desconcierto. Una decadente y dominante matriarca ladra órdenes, en un entorno en que el estancamiento se traduce en inactividad y algún desborde incestuoso. Una extraña mezcla de Paul Leduc con Lucrecia Martel.

No end in sight de Charles Ferguson (Estados Unidos, 2007)
Aún superior que su Inside job, el debut de Ferguson es el más completo y didáctico documental que se haya concebido sobre la invasión a Irak -no el mejor, ese sería sin duda Standard operating procedure de Errol Morris-. Y entre otras cosas demuestra hasta qué punto la intervención fue llevada a cabo por gente absolutamente inoperante, que hasta acabó perjudicándose a ella misma.

The kids are alright de Lisa Cholodenko (Estados Unidos, 2010)
Mientras aprovecho para protestar contra esa infame superficie indie y progre de mucho cine yanki, en la que personajes bellos, tolerantes, sabelotodos y macanudos viven conflictos que a mí no me interesan, les cuento que esta peli es excepcional en este contexto. Anette Benning y Julianne Moore forman una pareja lésbica inolvidable, el guión es sólido, hay mucha inteligencia volcada y momentos muy logrados.

viernes, 6 de mayo de 2011

Sobre Inside Job (Estados Unidos, 2010) y Charles Ferguson

Estacazo periodístico

El documental Inside job revela la notable pericia periodística y narrativa del director ganador del óscar Charles Ferguson. No es su primer gran película, y su estilo aparentemente clásico y televisivo esconde algunas marcas autorales.

De los Oscar puede decirse cualquier cosa salvo que sus galardones estén digitados, o que sus premiaciones obedezcan a intereses ocultos. Y qué mejor prueba de esto es que este año la Academia de Hollywood le haya dado el premio de mejor documental nada menos que a Inside job -aquí conocida como Trabajo confidencial-, una película que, entre otras cosas, demuestra los estrechos vínculos del poder financiero de Wall Street con Washington. Cuando el director Charles Ferguson recibió su estatuilla, subió al estrado e hizo una declaración contundente: “Perdónenme, pero debo empezar señalando que después de tres años de una horripilante crisis financiera causada por el fraude financiero, ni un solo ejecutivo de finanzas ha ido a la cárcel, y eso está mal”.
La biografía del director Charles Ferguson es apabullante: Nacido en 1955, de joven obtuvo un título de especialización en matemáticas, y una década más tarde varios doctorados en ciencias políticas. A partir de 1992 fue un consultor independiente, y proporcionó asesoría estratégica a las altas esferas de empresas de tecnología como Apple, Xerox, y Motorola. En 1994 fundó Vermeer Technologies, una de las primeras compañías de software para Internet, y creó el célebre programa de diseño web Front Page, el cual fue finalmente vendido a Microsoft por 133 millones de dólares. Ferguson es, además, autor de tres libros relativos a la tecnología informática y su relación con asuntos económicos, políticos y sociales. En el cine, su ópera prima fue su largometraje documental No end in sight, con el que se ganó su primer nominación al oscar.
No end in sight es una imprescindible pieza cinematográfica centrada en la invasión de Estados Unidos a Irak. Ya entonces exhibía Ferguson varias de sus herramientas características: una austeridad periodística respaldada por un sinfín de entrevistas y una minuciosa recopilación de datos, imágenes y videos; una voz en off que acompaña las imágenes y las ilustra, una introducción con un racconto histórico que contextualiza el conflicto. Y, por supuesto, la búsqueda de varios de los responsables del desmadre, y en muchos casos, el encuentro cara a cara con ellos.
Ferguson no aparece nunca en pantalla, dista muchísimo de ser un showman a lo Michael Moore, y sólo de vez en cuando se siente su voz, haciéndole alguna sorprendente pregunta al entrevistado en cuestión. Pero precisamente esas preguntas eventuales lo hacen más presente que nunca. Ferguson descoloca a sus interlocutores, exponiéndolos a situaciones incómodas, haciéndolos tartamudear. Conoce mejor las respuestas que ellos mismos, prevé las reacciones e interrumpe las justificaciones con frases cortantes como “eso no es cierto”, o “no puede estar hablando en serio”. Inmediatamente, aporta los datos que demuestran que el entrevistado está inventando excusas, moviéndolos finalmente a un silencio culposo.
Otra de sus características es comenzar a describir un personaje implicado, dando cuentas de sus oscuros historiales y sus nefastos vínculos. Pero en el lugar en el que debiera haber una entrevista, aparece un letrero sobre un fondo oscuro: “fulano se negó a ser entrevistado para esta película”. Al fin de cuentas, el recurso deja a la persona en cuestión tan mal posicionada como algunos de los que sí aparecen.
Lo curioso es que los que acceden y son acribillados por Ferguson creen no tener nada que ocultar, ni nada por lo que sentirse culpables, y eso habla mucho de la alarmante impunidad imperante en lo que refiere a destruir hasta los escombros a un país entero, haber saqueado cifras millonarias y arrojado a la pobreza a millones de personas. En definitiva, los desvergonzados hombres de negocios que se sientan tranquilamente frente a Ferguson merecen todo el rigor de su afilada lengua inquisitiva.

Matt Damon aporta la voz en off en Inside Job. El actor había apoyado en su campaña al Barack Obama que había prometido encarcelar y destituir a todos los responsables de la debacle financiera de 2008, y aquí es el descreído narrador que da cuentas de un gran fraude ejecutado por inescrupulosos ejecutivos, banqueros, profesores universitarios, agencias y políticos. Filmado en Estados Unidos, Islandia, Inglaterra, Francia, Singapur o China, dividido en cinco partes o episodios, ayudado con expertos que explican el problema –muchos de los cuales avisaron de la catástrofe a tiempo, pero fueron ignorados o silenciados- introduciendo esquemas y gráficas que facilitan sobremanera la comprensión de los mecanismos que fueron desatando la crisis, el filme alterna permanentemente fragmentos de entrevistas con materiales de archivo, construyendo la historia con un ritmo notable y estimulante. La tesis de Ferguson es que uno de los mayores problemas del tema en cuestión –quizá de la misma manera que la intervención en Irak- es que los responsables suelen invocar a la complejidad cuando se quiere hablar el tema. Esta subrayada “complejidad” es lo que mantiene a la gente de a pie (y muchos de los principales damnificados) por fuera de una comprensión de quiénes y cómo desataron el fraude y el saqueo. Ferguson demuestra que no hace falta más que un mínimo esfuerzo para saber que la dificultad no es tal, y que cualquiera podría comprender cabalmente el asunto.
Inside Job empieza en Islandia, un país arruinado en 2008 por bancos desregulados que tomaron inmensos préstamos. La comparación con Estados Unidos se vuelve inmediata, sólo que los elementos en cuestión se vuelven titánicos, y las movidas financieras, muchos más intrincadas y devastadoras. Una de las partes más impactantes del documental tiene lugar cuando se intercalan entrevistas a cuatro personajes terribles: el subsecretario del tesoro del Gobierno de Bush, el ex-director de gestión de la agencia calificadora Moody’s, el ex-director de la Reserva Federal, y el presidente del Departamento de Economía de Harvard. Ferguson no les da tregua, y el montaje alterna los intercambios, llegándose a puntos de tensión que cortan el aliento.
En un momento especialmente desasosegante se demuestra como el gobierno de Obama continúa llamando a los mismos implicados para que ocupen cargos de poder y para arreglar los problemas que ellos mismos crearon. Y notable es la puntería de Ferguson cuando da cuentas de la responsabilidad de los académicos de las más prestigiosas universidades de EEUU en el asunto, que aún hoy oscurecen y ocultan las razones que llevaron a la crisis y que se dedican a respaldar un sistema financiero que sólo puede conducir a desastres estructurales. El documentalista demuestra los vínculos laborales de ellos con varias de las compañías beneficiadas.
Quizá la parte más cuestionable de la película es aquella en la que se da cuentas del hábito frecuente de buena parte de los yuppies de Wall Street de esnifar inmensas dosis de cocaína y frecuentar prostíbulos. El señalamiento parece obedecer a cierto puritanismo, y el accionar resulta mínimo considerando las atrocidades que cometen en su trabajo diario. Pero el dato quizá sí pueda ayudar a entender mejor el perfil adrenalinófilo y la praxis común (¿american psychos?) de esos sujetos.
Ferguson logra lo que muchos documentalistas del mundo quisieran: centrarse en un asunto crucial, explicarlo con claridad y profundidad, denunciar injusticias y señalar con nombre y apellido a varios de los tantos digitadores de la debacle. Dejando un documento esencial para acercarse al tema en cuestión, y ganar, Oscar mediante, una difusión inusitada.

Publicado en Brecha el 6/5/2011