domingo, 22 de noviembre de 2009

Las mejores películas (XII)

A veces me pongo un poco jodido y cierto es que esta selección salió un poquito tétrica. Aunque muy serias todas ellas, son películas muy entretenidas y/o llamativas. Consigan, descarguen, vean, no se van a arrepentir.

Historias extraordinarias de Mariano Llinás (Argentina)
No hay que asustarse por las cuatro horas que dura. La nueva película de Llinás merece todos los elogios que recibió, y atrapa desde sus primeros tramos, al punto que se vuelve imposible dejarla. Y demuestra que no se necesita demasiado para hacer una gran película, nada más tener muchas ganas de contar cosas y los huevos necesarios como para salir con una cámara al cruce, con arrojo y espíritu aventurero.

Surveillance de Jennifer Lynch (Estados Unidos/Alemania)
La hija de David Lynch está tan loca como su padre. Y se manda una película enérgica y sangrienta, que puede recordar al Lynch más clásico y de género, tipo Terciopelo azul o Corazón salvaje. En una carretera desértica un asesinato múltiple involucra a la policía abusiva y corrupta, a un par de yonkis y a una familia que estaba de paso. Un par de agentes del FBI llega para poner orden al cuadro, con giros inesperados.

Breathless de Yang Ik-Joon (Corea del Sur)
Película surcoreana típica, sobre mafioso violentísimo e intratable que trabaja cobrando deudas, amenazando y hostigando a la gente. En determinado momento conoce a una adolescente maltratada que, increíblemente, no se intimida con su presencia. Es verdad que ya vimos la misma fórmula muchas veces, pero estos surcoreanos sí que saben atraer, sorprender e impactar.

La rabia de Albertina Carri (Argentina / Países Bajos)
En un registro parecido al de Lucrecia Martel, Carri se aproxima a una familia rural, en la pampa argentina. Pero aquí estamos ante un cuadro mucho más violento que decadente, perturbador antes que atractivo. Los insertos de animación ilustran notablemente la infancia resquebrajada, y los miedos campestres que se cierran sobre una mente atribulada.

Los abrazos rotos de Pedro Almodóvar (España)
Otra vez Almodóvar se pone serio y grave, con otra película impactante. Un guionista ciego vive convertido en su seudónimo, ya que tiene un traumático pasado escondido que no pudo sobrellevar. Luego de muchos años comienza a confesarse con el hijo de su antigua y fiel directora de producción, destapando fatalidades.

La huérfana de Jaume Collet-Serra (Estados Unidos/Canadá/Alemania/Francia)
Por alguna razón que no logro comprender del todo bien, La huérfana no es una película que le haya gustado a demasiada gente. Se puede decir que atrae al 50% del público, y que el otro 50 la detesta. Me sitúo entre los que la disfrutaron plenamente. Una peli de terror que mantiene la tensión y el enigma con tanta constancia es ciertamente loable.

Three monkeys de Nuri Bilge Ceylan (Turquía/Francia/Italia)
Los tres integrantes de una familia turca son unos desgraciados que por tomar decisiones equivocadas caen en una situación turbulenta y asfixiante. Un drama lento pero intenso, donde el director Bilce Ceylan se permite hablar de una realidad social, de violencia doméstica y de las injusticias de género que surcan occidente de lado a lado.

Red cliff II de John Woo (China)
Claro que la segunda parte no puede verse sin haber visto antes la primera, pero prefiero recomendar sólo la segunda, porque la anterior no tiene mucha gracia y algunas de sus escenas son francamente impresentables. Pero supongo que igual vale la pena el sacrificio, porque ésta tiene un desenlace épico muy potente. ¡Que viva el emperador y los pueblos unificados!

Camino de Javier Fesser (España)
El gran Javier Fesser (El milagro de P. Tinto, Mortadelo y Filemón) parece haber cambiado totalmente de registro. Camino es quizá la película más rabiosamente anticlerical que pueda recordar. Basada en una historia real, se muestra a una familia del opus dei cuya hija adolescente contrae una atípica enfermedad terminal, que la tortura con dolores constantes. La peli es durísima pero también bella y muy emotiva.

Anticristo de Lars Von Trier (Dinamarca/Alemania/Francia/Suecia/Italia/Polonia)
Todavía no estoy seguro de si me gusta mucho esta película. Como nunca antes se le nota demasiado la hilacha a Von Trier, se hace demasiado evidente que al hombre le gusta ser un enfant terrible y provocar algunas viejas. Pero también es cierto que filma que da miedo, dice cosas interesantes, y enciende unas cuantas broncas. Brindo por ello.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Bastardos sin gloria (Inglorious basterds, Quentin Tarantino, 2009)

El cine como catarsis


Aquí hay sabiduría. El que tenga entendimiento que siga a Quentin Tarantino, porque es uno de los más grandes cineastas de nuestros tiempos. Si Bastardos sin gloria es una obra que se acopla con facilidad al universo tarantiniano, también es un quiebre, una manera personal de abordar hechos históricos y de experimentar distorsionándolos, sin tampoco mentir acerca de uno de los conflictos bélicos más traumáticos del Siglo XX.

Tarantino es un caprichoso cineasta que se ha dedicado a homenajear, a lo largo de su obra, a varios de los subgéneros predilectos que lo nutrieron. En Perros de la calle y Pulp ficion lo hacía con el policial negro, en Jackie Brown fue la blaxplotation, en Kill Bill las artes marciales y en Death proof el grindhouse o clase Z. Hoy le tocó el turno a las men on a mission, aquellas películas que proliferaron en los años 60 -Doce del patíbulo, El gran escape- en las que un grupo de inadaptados se abocaba a una misión arriesgada. Pero como ocurrió con todas sus otras películas, el resultado no parece tener que ver con nada que se haya hecho con anterioridad, no sólo dentro del subgénero al que hace referencia, sino del cine todo.
A Tarantino le interesa la dinamita. Le gusta sorprender, que sus películas no pasen desapercibidas; “Si agarrás un pedazo de nitroglicerina y se lo tirás a la audiencia, ellos lo van a advertir” dijo en una ocasión. Y como pocos cineastas en la actualidad, sabe descolocar con giros que surgen en los momentos más inesperados. Y como buen sádico que es, le gusta hacer sufrir al público. Pero no se trata de ese sadismo infantil por el cual un crío le muestra a sus semejantes una mariposa descuartizada –en esa faceta entraría su indeseable amigote Eli Roth- sino porque sabe generar tensiones y prolongarlas hasta lo indecible. Una característica muy suya es proponer varias situaciones hostiles, de las cuales sólo algunas culminan en clímaxes violentos, y otras donde el conflicto se disuelve y no tiene lugar la prevista masacre. En un juego así, el espectador asiste a un espectáculo en el que sabe que todo podría detonarse de un momento a otro, pero sin poder advertir nunca cuál será el momento ni de qué manera ocurrirá.
La Francia ocupada por los nazis es un entorno perfecto para plantear estas situaciones; de hecho, no debe existir organización humana que personifique el mal con mayor consenso en el imaginario colectivo. De esta manera, no fue necesario exponer por parte de los nazis grandes muestras de maldad para que causen temor, ya que su sóla presencia da cuentas de un inmenso desequilibrio de poder cuando se encuentran cara a cara con los civiles. La primer escena que tiene lugar en la campiña, en la que una familia es “visitada” por un grupo de nazis, es de antología. En ella se da cuentas, como pocas en la historia del cine, de la clase de situaciones a las que queda relegada una población no sólo durante un régimen de ocupación, sino de cualquier régimen militar. Con esa escena se sugieren violaciones, torturas físicas y psicológicas, se expone hasta qué punto el albedrío de un hombre con principios puede reducirse a cero y cómo la vida de familias enteras pueden quedar expuestas, a completa disposición de los antojos del comando militar de turno. Tarantino no miente sobre la historia, sí la utiliza para crear un espectáculo y divertirse, pero sin perder de vista ni desestimar la gravedad de ciertas realidades.
Uno de los elementos que vuelve atractiva la filmografía del director es que explota temáticas universales: la fraternidad, el pecado, el perdón, la redención, la venganza. Hoy resurgen varias, que zurcan su filmografía de principio a fin: la confianza, la traición, el revanchismo. La idea del infiltrado, de los dobles agentes, se casa maravillosamente con el universo tarantiniano, y plantea varias situaciones brillantes, en las que el espectador tiene conocimientos específicos que alguno de los personajes desconoce. El tema de los infiltrados propicia una escena insuperable, en la que se involucran un crítico de cine, un alemán disidente, una actriz y un comandante de las SS, entre otros. Allí aparecen una vez más las pistolas entrecruzadas -que a su vez Tarantino tomó del cine de acción de Hong-kong, particularmente de Ringo Lam y John Woo- y uno de esos característicos estallidos de acción condensada, en donde un conflicto alargado se resuelve en apenas unos segundos de intercambio balístico.


Se exploran las nefastas desigualdades de poder, pero de la misma manera, el brutal movimiento catártico que suponen las situaciones que invierten sorpresivamente esa relación, donde el victimario pasa a ser, de golpe, una víctima. Decía Tarantino cuando se estrenó Kill Bill que al final la novia debía matar a Bill sí o sí, porque si no lo hiciera sería una alevosa traición al espectador. El sadismo de Tarantino -lo que hablábamos de generar una tensión persistente y dilatada- se compensa con momentos de catarsis, en los que tiene lugar una especie de justicia visceral, reclamada por los más básicos instintos de la audiencia. Se involucra al espectador en situaciones incómodas y tensas pero asimismo placenteras, de las cuales algunos no desearían formar parte.
Son también marca registrada las repetidas tomas de pies, donde el director continúa delatando su obsesión fetichista, con un súmmum en el cual se invierte el cuento de Cenicienta ya que el príncipe que calza el zapato no lo hace en un gesto amoroso, sino todo lo contrario. También se ven esos planos secuencia tan suyos en los que se sigue algún personaje a través de un salón repleto de gente; la cámara asciende y desciende, enfoca a los distintos caracteres involucrados en el cuadro y su ubicación espacial, dando elementos para que el espectador entre en atmósfera -ahí hay una clara influencia de Brian De Palma-.
Y por supuesto, están los contrapuntos. El contrapunto es el recurso cinematográfico del cual Tarantino es maestro absoluto. Se le llaman así a los momentos de la narración en los que una escena se corta y comienza a tener lugar un flashback explicativo que hecha luz sobre algún elemento de esa situación, de modo que, cuando se vuelve a la escena original, el espectador tiene nuevos conocimientos que explican los giros que tendrán lugar más adelante. En Bastardos sin gloria estos flashbacks son bastante breves en comparación con los de otras películas -Perros de la calle, Kill Bill, e incluso Pulp Fiction y aquel notable cuento de Christopher Walken y el reloj-, y quizá esto esté hablando de madurez, de una mayor capacidad de síntesis en la narrativa del director.

Como varios de los más grandes directores de actores de la historia -Cassavetes, Huston, Truffaut, Welles- Tarantino también es actor, y uno muy bueno, lo que lo ha llevado a tener un fluido diálogo con los diversos intérpretes que lo rodearon a lo largo de su carrera, logrando resultados brillantes. No en vano resucitó a actores sepultados como John Travolta, Pam Grier o David Carradine -a este último temo que nadie lo podrá revivir otra vez- y asimismo catapultó a actores poco conocidos al estrellato, -Harvey Keitel, Steve Buscemi, Tim Roth, Uma Thurman, Samuel L. Jackson y Chiaki Kuriyama, entre otros-. Hoy, extrae actuaciones brillantes de Brad Pitt y Mike Myers, y da a conocer talentos formidables como Christoph Waltz (Hans Landa), Mélanie Laurent (Shoshanna), August Diehl (el comandante de las SS), Denis Menochet (el campesino), Sylvester Groth (Goebbels) y Til Shweiger (Hugo Stiglitz). Si la justicia cinematográfica existiera, volveríamos a oir de todos ellos en breve.
Cuando el estreno de La caída de Oliver Hirshbiegel, aquella película que expuso el hundimiento de Hitler, el director alemán Wim Wenders reaccionó con una protesta indignada. Le resultaba imperdonable el pudor con que las cámaras omitían enfocar el suicidio final de Hitler. Wenders escribía: “¿Por qué no debemos ver morir a Hitler y Goebbels? ¿No es ese escamoteo lo que hace que esas figuras sean inmortales, míticas? ¿Por qué esos monstruos han ganado el derecho de retirarse dignamente, mientras todos los otros alemanes, buenos y malos, son pura y simplemente masacrados? ¿A qué proceso de represión estamos asistiendo?”.
El que no haya visto Bastardos sin gloria quizá debería dejar de leer, ya que ahora se cuenta uno de los varios desenlaces de la película: A lo mejor Tarantino haya estado enterado de los controvertidos dichos de Wenders. Lo cierto es que no le basta con asesinar al führer frente a cámaras, sino que además de acribillarlo repetidas veces, lo prende fuego y lo hace explotar, todo casi en el mismo momento. Por muchos será visto como algo que no podría ser tomado en serio, una boutade infantil, irrelevante y carente de sentido. Pero quién sabe, a lo mejor estemos asistiendo a una catarsis retardada, por fin resuelta en el imaginario cultural luego de sesenta y cuatro años.

Publicado en Brecha el 13/11/2009

sábado, 7 de noviembre de 2009

Top five (+ bonus track) (VII)

Y seguro se pensaban que esta sección había muerto, pero nunca, never, nadadeso. Los top faivs son una sección pedorra infaltable en este blog, y el día que dejen de existir será porque habré quedado ciego, senil, dedicado a la jardinería u otra huevada similar.
Va una aguerrida serie de momentos musicales de películas no musicales. Y para cerrar la selección sin defraudar a nadie, un par de ponjas dándose como adentro de un gorro.

Am I blue? - Tener y no tener

Hace un tiempito colgaba en esta misma sección una grandiosa secuencia de El sueño eterno, con la Bacall cantando, y hubo unas cuantas aprobaciones. Ahora conseguí otra, esta vez de Tener y no tener. Podría verla una infinidad de veces.



Ora bolas - Leonera

Ahora es cuando ustedes empiezan a dudar de mi cordura y mi sanidad mental. Lo cierto es que me encantó el comienzo de Leonera, al punto que mi hija y yo ya nos conocemos esta canción de memoria y la cantamos a diario. El fragmento no tiene absolutamente nada que ver con la peli, pero si no la vieron aprovecho para recomendársela.



Tomorrow belongs to me - Cabaret

El otro día veía El triunfo de la voluntad de la Riefenstahl y mientras esas multitudes marchaban, todo el tiempo resonaba esta canción en mi cabeza. Un fragmento de antología, orquestado por uno de los grandes.



I wanna be loved by you - Some like it hot

Creo que nadie estará en desacuerdo con que Some like it hot es una de las mejores comedias jamás filmadas. Y nadie me va a llevar la contra si digo que la Marilyne estaba fuerte como cadenazo en las muelas. Y ese par de actorazos, imponentes. Tantas gracias Josep!



Mourya re - Don

¿Todavía no vieron Don? Esto lo pongo adrede para que alguno de esos prejuiciosos que no vería una película india en su vida ya se ponga en campaña para conseguirla. Hace tiempo no veía un baile callejero filmado con tanta fuerza.



Bonus track: yakuzas tirándose con flores

Suave, sutil, detenido y predecible, el final de Dead or alive es un ejemplo de la extrema amabilidad del adorable Takashi Miike. Para disfrutar con la familia.